Si comenzó a comprar los regalos para los niños, se ha detenido a pensar en alguno que les alimente el espíritu
Muchos o la gran mayoría de niños en El Salvador rechazan la lectura 
porque les aburre, porque han tenido una pésima experiencia en la 
escuela, que lejos de acercarlos a los libros los aleja y los impulsa a 
los juegos electrónicos y a otras actividades que a la larga pueden ir 
en detrimento de la capacidad intelectual. 
Está
 demostrado que un niño que lee tiene la disposición de ver las cosas 
desde otra perspectiva, de recrear los ambientes y las escenas que ha 
leído e imaginar otras nuevas. En otras palabras, crear sus propios 
universos, sus propias fantasías y desarrollar la sensibilidad y 
empatía.
En repetidas ocasiones he escuchado a Manlio Argueta, uno de los principales impulsores del fomento de la lectura, asegurar que las lecturas de Sandokán, celebre obra del italiano Emilio Salgari, lo motivó a leer apasionadamente. El resultado de las lecturas de Salgari nos brindó la oportunidad de tener en el director de la Biblioteca Nacional a uno de nuestros más importantes novelistas.
De igual manera he prestado atención a los testimonios de jóvenes que han leído un libro por recomendación de un amigo y éste se ha convertido en el detonante de la búsqueda de otro título del mismo autor u otro libro que tenga la misma corriente literaria del que ha reclamado su atención.
Tomando en cuenta todo lo anterior, jamás estaría de más regalar un libro a un niño, a un joven, y así dar la oportunidad de ver que en ellos no hay nada nocivo; que la lectura no se trata de un “castigo” y sí de una oportunidad única de cultivar algo más allá de la apariencia y la vanidad. Algo más allá de los juguetes y los morteros de navidad.
En repetidas ocasiones he escuchado a Manlio Argueta, uno de los principales impulsores del fomento de la lectura, asegurar que las lecturas de Sandokán, celebre obra del italiano Emilio Salgari, lo motivó a leer apasionadamente. El resultado de las lecturas de Salgari nos brindó la oportunidad de tener en el director de la Biblioteca Nacional a uno de nuestros más importantes novelistas.
De igual manera he prestado atención a los testimonios de jóvenes que han leído un libro por recomendación de un amigo y éste se ha convertido en el detonante de la búsqueda de otro título del mismo autor u otro libro que tenga la misma corriente literaria del que ha reclamado su atención.
Tomando en cuenta todo lo anterior, jamás estaría de más regalar un libro a un niño, a un joven, y así dar la oportunidad de ver que en ellos no hay nada nocivo; que la lectura no se trata de un “castigo” y sí de una oportunidad única de cultivar algo más allá de la apariencia y la vanidad. Algo más allá de los juguetes y los morteros de navidad.
Twitter: @Pohemia
william.alfaro@eldiariodehoy. com
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