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miércoles, 5 de septiembre de 2007

ArteNet

ArteNet * Servicio internacional de información cultural *

Puerto Santa Lucía, Florida, 5 de septiembre de 2007.


En esta edición:

1. Premio Centroamericano de Literatura “Francisco Gavidia”

2. Revista Ventana Abierta (Víctor Fuentes)

3. Una pasión por la literatura (Roy C. Boland e Inger Enkvist)

4. Ética y política: Violencia siempre (José M. Tojeira)


Premio Centroamericano de Literatura “Francisco Gavidia”

La Universidad Francisco Gavidia –con el respaldo del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte, de El Salvador– hace público este evento literario, conscientes del sitial de honor que tiene la obra literaria de Francisco Gavidia, máximo exponente de las letras centroamericanas de todos los tiempos; al mismo tiempo, dar relevancia al espíritu integracionista que guió al insigne escritor salvadoreño, anuncia el Premio Centroamericano de Literatura “Francisco Gavidia”, en el género: Cuento.

Bases

1. Podrán participar los cuentistas centroamericanos residentes en la región, mayores de 18 años.

2. Los interesados deberán presentar un libro de cuentos inéditos, de temática libre, no premiado con anterioridad ni postulado a certámenes similares en el período que abarca esta Convocatoria, con una extensión mínima de 40 páginas, doble espacio, escritas a computadora sólo por el anverso, en tres ejemplares.

3. Los trabajos deberán estar firmados con seudónimo y acompañados de una plica de identificación en sobre cerrado, en cuyo exterior se harán constar el seudónimo, el título de la obra y el nombre del certamen, y en el interior se informará del nombre, nacionalidad, edad, domicilio, teléfono, correo electrónico y síntesis curricular del autor, y se incluirá fotocopia de un documento de identidad.

4. Los participantes enviarán sus obras a nombre del “Premio Centroamericano de Literatura Francisco Gavidia”, a Rectoría Universidad Francisco Gavidia, Alameda Roosevelt No. 3031, San Salvador, El Salvador, Centroamérica, donde se recibirán hasta el viernes 14 de septiembre, tomando en consideración la fecha del matasello.

5. El premio único consiste en $1.200.00 dólares americanos y medalla de oro. La premiación se realizará en las instalaciones de la universidad el día 7 de diciembre de 2007.

6. No podrán participar en el certamen miembros de las entidades convocadoras.

7. El Jurado calificador estará integrado por tres escritores de prestigio internacional.

8. Lo no contemplado en las presentes bases será resuelto por el Honorable Consejo Directivo de la Universidad Francisco Gavidia.


Revista Ventana Abierta

Víctor Fuentes, Editor

A mediados de septiembre coincidiendo con el cumplimiento de los 100 años de su director saldrá el número 23 de Ventana Abierta (otoño 2007) dedicado en "Homenaje al cuarenta aniversario de Cien años de soledad y a los cien de Luís Leal".

Correspondiendo con el Homenaje, en la sección "Ensayo" se reproduce uno de Isaías Lerner, "A propósito de cien años de soledad", que fuera, uno de los primeros, sino el primero, publicado, en 1969, escrito por un hispanista, en los Estados Unidos, sobre la gran novela, y el ensayo de la profesora Sara Poot-Herrera, "Entre los dones de Elena Poniatowska un don llamado Luís Leal".

En la sesiones habituales se publican relatos de Rima de Vallbona, Esther Davis, Raúl Mejía, y uno del propio don Luís, "El suéter rojo". En poesía, se publican versos de Horacio Peña, Liliana Valenzuela, Stella Moreno, Vladimir Monje y de varios más.

En la sección de Entrevistas" se publican dos, una con la famosa novelista chicana Ana Castillo y otra con la reconocida poeta española Pilar Paz Pasamar.

También a tono con el Homenaje al aniversario de la publicación de Cien Años de Soledad, la revista se cierra con una reseña de la última novela del gran Gabriel García Márquez, Memorias de mis putas tristes, a cargo de Sara García.
Para obtener o suscribirse a la revista, favor, ponerse en contacto con la administradora: zenaida.perez@chicano.ucsb.edu O escribir a "Ventana Abierta", Center for Chicano Studies, Univesity of California, Santa Bárbara, CA 93106.
Quienes quieran comunicarse con los editores pueden hacerlo a: Luis.leal3@gte.net o Fuentes@spanport.ucsb.edu

Una pasión por la literatura.

Estudios críticos sobre Mario Vargas Llosa, Volumen II

Editores: Roy C. Boland Osegueda (*) e Inger Enkvist

ISBN: 978-0-9775868-2-0

NIPO: 503-07-002-5

Melbourne/Madrid: Instituto Cervantes/Antípodas Monographs, 2007

A raíz del congreso sobre su vida y obra celebrado en Estocolmo en 2006, el Instituto Cervantes, Lunds Universitet y Antípodas Monographs anuncian la publicación de Una pasión por la literatura, el segundo número de la serie de Estudios críticos sobre Mario Vargas Llosa. Editado por Roy C. Boland Osegueda (Universidad de Sydney) e Inger Enkvist (Universidad de Lund), este tomo se abre con un artículo de Vargas Llosa, “El gusanillo de los libros”, al cual le siguen 13 artículos sobre diversas facetas de su producción literaria por un destacado elenco de especialistas, entre los que figuran José Miguel Oviedo, Albert Bensoussan, James Higgins, Roland Forgues, Marie-Madeleine Gladieu y Rita Gnutzmann. El tomo incluye además una Mesa Redonda en la que los escritores J.J. Armas Marcelo, Fietta Jarque, Nuria Amat y Fernando Iwasaki analizan el ideal cervantino que ilumina la obra del novelista peruano.

“Un libro de visión amplia y espíritu crítico que ilumina los fantasmas literarios e intelectuales de Mario Vargas Llosa” (José-Miguel A. Giraldes, Universidade da Coruña).

“Una aportación crítica de indudable relevancia para la comprensión de la obra de un apasionado escritor” (Luís Sánchez-Cuñat, Academia Norteamericana de la Lengua Española).

Precio (incluye gastos de envío) US $40. Sólo se aceptan cheques a nombre de Antípodas. Pedidos: Antípodas, PO Box 93, Jannali, NSW, 2226 Australia

Mayor información: editor@antipodas.com.au Sitio: www.antipodas.com.au

(*) Roy C. Boland Osegueda es un destacado académico australiano, de madre salvadoreña, cuya extensa obra incluye ensayo y crítica sobre literatura latinoamericana.


Ética y política: Violencia siempre

José M. Tojeira

Este sábado la UCA como Universidad fue tocada una vez más por la violencia. Perdimos hace unos meses a una empleada. Hoy ha sido un alumno, Mario Moreno, el que ha sido víctima de la irracional violencia que sigue dominando El Salvador y continúa siendo una de las más terribles plagas y epidemias del país. Mario era miembro de la institución de voluntariado, Un Techo para El Salvador, joven entusiasta del trabajo en favor de los más necesitados, generoso y entregado al servicio de quienes están en necesidad en el campo de la vivienda.

Su muerte nos obliga a reflexionar una vez más sobre esta maldita violencia que no cesa. Al menos esta vez la PNC ha reaccionado con rapidez, ha tratado solidariamente a los sobrevivientes del atentado (iban cuatro jóvenes cuando fueron asaltados) y los supuestos criminales han sido capturados. Esperamos que las demás instituciones funcionen adecuadamente y los culpables sean enjuiciados y castigados. Pero la captura de los violentos, casi excepcional en el tiempo en que vivimos, no impide la reflexión, sino que la alienta.

Esta epidemia de criminalidad desatada afecta a la gente más generosa y buena del país. No son, en una alta proporción, los malos los que mueren. Sino la gente sencilla, trabajadora, que sostiene el país con su trabajo y su actividad. Son también los jóvenes, muchos de ellos generosos, creativos, verdaderas promesas de una patria mejor, como Mario, los que son segados por la brutalidad. El Salvador no puede permitirse a sí mismo esta sangría, esta destrucción de su recurso humano, esta ruptura de la hermandad que debía ser nuestro elemento más común. Destrucción de la hermandad que produce todo asesinato, pero que es todavía más dura y grave cuando a quien se destruye es precisamente a quien está empeñado en construir la hermandad.

Está bien que en esta ocasión se haya detenido a los criminales. Pero el Estado, y con él toda la ciudadanía, debemos trabajar con mucha más intensidad en la prevención del crimen. Casos como el de Mario, o la situación que en estos momentos vive Chalchuapa, nos demuestran que tenemos demasiado por hacer. El Estado tiene que dedicar muchos más recursos a la prevención, a la investigación que permita desarticular estas bandas criminales antes de que la brutalidad llegue hasta la eliminación de gente generosa y buena. Generalmente los criminales no comienzan su carrera asesinando. Hay todo un proceso hasta llegar a la degradación que supone el derramamiento de la misma sangre, sangre fraterna de salvadoreño. Prevenir, tocar las asociaciones criminales, las conductas delictivas antes de que las mismas lleguen al grado más alto de su degradación, es imprescindible.

Así mismo nuestro país tiene que invertir mucho más en el campo de lo social. Las graves diferencias sociales, demasiado visibles, son una invitación al crimen. Porque la misma indiferencia ante el dolor de los más pobres es ya de por sí un crimen que llama a nuevos crímenes. Una joven que iba con Mario en el mismo vehículo, y que quedó gravemente herida, no fue aceptada en un hospital privado de San Miguel porque no tenía tarjeta de crédito. Y a pesar de que los familiares de otro miembro del Techo llamaron por teléfono para hacerse responsable de los costos, la doctora que atendía el centro privado rechazó el ingreso de la joven gravemente herida. Vergüenza en un médico que debía ser despojada de su profesión por conducta totalmente inmoral. Y también por conducta criminal, pues aunque no esté castigado por la ley el no aceptar a alguien en un centro médico privado, no por ello no deja de ser un crimen. Porque crimen es romper vínculos sociales, insultar al más limitado económicamente y despreciar la vida de los pobres.

Pero no sólo la doctora de ese centro privado se portó peor que un vulgar delincuente. Cada vez que vemos gente con hambre, enfermos sin solución, estructuras sociales que producen marginación, exclusión, tratos indignos, estamos en realidad portándonos como delincuentes si no tratamos de apoyar algún tipo de solución de esos problemas.

Jóvenes como los de Un Techo para El Salvador nos dan el ejemplo positivo. Son jóvenes sensibles ante la realidad que quieren construir una sociedad diferente. Más humana y donde quienes tienen un poco más se esfuercen, liberando su propia generosidad, por estar cerca de los que sufren. ¿Se merecen ellos la muerte, como le aconteció a Mario, o la cruel indiferencia de la doctora que no recibió la niña herida por los mismos delincuentes? Un país que no es capaz de proteger a su gente más generosa, que no impulsa y defiende la capacidad de servicio de aquellos a quienes con tanta facilidad llamamos el futuro de la patria, puede caer con en el círculo vicioso que con frecuencia se da entre violencia estructural y violencia delictiva. Que la muerte de Mario, su sacrificio en favor de los demás, nos ayude a tomar conciencia y a trabajar con más ahínco por un El Salvador más justo, más fraterno y más pacífico.


ArteNet © 2007 Mario Bencastro – Director. Fundación: 1999.

Correo: mbencastro@bellsouth.net Internet: www.MarioBencastro.org

sábado, 21 de julio de 2007

ArteNet

ArteNet * Servicio internacional de información cultural *

Puerto Santa Lucía, Florida, 21 de julio de 2007.


Edición especial en memoria de Manuel Elías (1938-2007)

1. Manuel Elías: Artista sutil y fiel amigo (Mario Bencastro)

2. Esbozo biográfico de Manuel Elías

3. Las páginas sueltas de Manuel Elías (Mario Bencastro)

4. Carta Post-mortem a mi padre (Manuel Elías)


Manuel Elías: Artista sutil y fiel amigo

Por Mario Bencastro

A mi regreso de un largo viaje por Tanzania y Kenia (África), me encuentro con la triste noticia del fallecimiento de Manuel. De inmediato, ante la sorpresa del hecho, múltiples recuerdos se aglomeran en mi mente, cada uno queriendo prevalecer sobre el otro; recuerdos de su fiel amistad, su frágil contextura física, su modestia, sus innumerables e incansables quijotadas artísticas, su inseparable palillo de dientes, su sonrisa traviesa, su adoración por Van Gogh, su expresivo silencio, sus cartas poemas, etc., etc., etc.

Manuel vivirá en los recuerdos de los muchos que le conocimos, y cada uno de nosotros mantendrá viva una parte de esa personalidad de múltiples características de ese artista sencillo y jovial que él fue.

En lo personal, tuve la suerte de conocerlo cuando él editaba “Algo Pasa”, allá por 1975, y la revista llegó milagrosamente a mis manos en Nueva York, cuando yo incursionaba en la pintura. Una de las muchas cualidades de Manuel era su disposición a impulsar el arte y los artistas, y a él le debo mi primera exposición individual de pintura en la Sala Nacional de Exposiciones.

Manuel era así, amigo fiel y amable, incansable productor de ideas, líder silencioso y enemigo de conflictos, hombre tranquilo, sentado en su esquina solitaria, desde donde observaba el trajín del mundo y se las ingeniaba para extraer lo trascendental de las cosas simples, es decir la esencia poética, es decir el elíxir de su existencia.

En ese sentido Manuel y su hermano Rolando eran mellizos. Dos caballeros artistas. Rolando el poeta de la rosa; Manuel la poesía viviente inspirada por Van Gogh, su pintor y personaje preferido, reflejado en la exquisita y sutil frescura de sus acuarelas, y sus escritos breves y melancólicos.

En mi reciente viaje a Tanzania, recorriendo las extensas planicies de Ngorongoro me encontré con un monumento excepcional y mágico que los nativos llaman Arena Cambiante, una montaña oscura que se mueve bajo el impulso del viento, y que a través del tiempo ha viajado miles de metros. Nadie conoce su origen. Como si de pronto hubiera caído del cielo o surgido de la tierra. Los legendarios nativos Massai, hombres y mujeres nómadas de singular estatura que comparten la planicie con feroces leones y hienas, jirafas y elefantes, hipopótamos y leopardos, consideran la Arena Cambiante como un templo, un oasis para la reflexión, una montaña conformada por diminutos granos de arena como los astros del vasto universo.

Manuel Elías fue un artista en constante movimiento, siempre en busca de nuevas ideas y proyectos, siempre tras la pista del elemento poético que se esconde en la esencia de todo. Como la Arena Cambiante de Ngorongoro, ayer Manuel estuvo entre nosotros, hoy desapareció, pero mañana lo descubriremos en una esquina de nuestra memoria, sentado y observando los pájaros y las nubes, libreta en mano, dibujando una flor o escribiendo una metáfora, apretando un palillo de dientes entre su sonrisa sutil, y nosotros diremos con alivio “Ahí está Manuel”, y sonreiremos con él como siempre lo hicimos.


Esbozo biográfico de Manuel Elías

Nació el 16 de mayo del año 1938 en la ciudad de Mejicanos, El Salvador. Falleció en San Salvador el 11 de julio de 2007, tres meses después de que se le diagnosticara un tumor maligno en el estómago.

Estudió Dibujo y Pintura con el maestro español Valero Lecha, 1959-1963. En 1964, recibió un curso de escultura con la maestra italiana Silvana Cerquetti.

En 1969 funda con los pintores Antonio García Ponce, Miguel Ángel Polanco y Carlos Castaneda, el grupo “Manchanueva”. El grupo realiza exposiciones en la Sala Nacional de Turismo, Universidad Nacional, Teatro Nacional de Santa Ana y en la calle.

En 1970 recibe un curso especial de Historia del Arte patrocinado por Bellas Artes. De 1975 a 1980, edita la revista “Algo Pasa”, abre la galería “Centro” y el Taller “Arte-Libre”; éste, con Miguel Ángel Polanco, con quien diseña y pinta el mural “Viejo San Salvador” para el Banco Internacional. En la misma época, mantiene la página de artes plásticas del diario “El Mundo”. Poco después, la página “FORMA” en El Diario de Hoy, por encargo de la maestra Julia Díaz.

En 1980 participa en el concurso internacional de dibujo sobre el tema “La Danza”, patrocinado por la UNAM de México, y obtiene una Mención Especial. En 1987, expone con el pintor Bernardo Crespín, en galería “Mayo”. En diciembre de 1989, expone la serie “El Mar Prometido” en la Sala de Arte “Atlacatl”, trabajos en acuarelas. Un año después, expone en Galería “Imagineros”.

Fue Secretario General de la Asociación de Artistas Plásticos de El Salvador (ADAPES), en calidad de fundador. Fue propuesto por la Embajada de Francia acreditada en el país, a la nominación de Caballero de las Artes. También participó en la edición de la revista “Hormiga”.

Publicó: “Cartas a Van Gogh”, “Informe de Estocolmo”, “El Tahúr”, “Viaje a Honduras en un Camper”, “Rolando y Yo” (una edición de Clásicos Roxsil), y otros cuadernillos. Está por salir “Carta Post-Mortem a mi Padre y Otros Escritos”. En disco compacto, está editada la canción “Oración al Viento” y el relato “El Tahúr”, en la voz de Edgardo Cuellar.

Coeditó la revista virtual “LA RENDIJA”, página de Internet www.larendija.com.sv. Mantuvo “La Rendija Familiar”, que se distribuye por medio de correo electrónico en el ámbito de su familia.

En el año 2000, fue honrado por la alcaldía municipal de San Salvador con la placa “NOTABLES DEL SIGLO XX”, en la rama de Pintura junto con otros artistas salvadoreños.

En el año 2006 abrió el Centro Cultural “LA RENDIJA”, en donde promovió diferentes actividades artísticas y culturales. Destacaron las exposiciones en honor a Vincent Van Gogh y las individuales de Antonio García Ponce y Ricardo Lindo.

Su producción literaria reciente fue el relato “Homenaje a Juan Rulfo”, que recrea a Pedro Páramo en diálogos con los personajes de Elías: Andrés Ventura, Domingo Urbano, el general Honorio Portales, Ana María Andrade y otros más.

En sus últimos días se mantuvo recluido en Ayutuxtepeque, pintando y distrayéndose con la escritura de textos para “LA RENDIJA”.


Las páginas sueltas de Manuel Elías

Por Mario Bencastro

(ArteNet 18 de enero de 2004)

En este mundo actual, tecnológico y globalizado, en que el arte se produce en cantidades industriales como cualquier otro producto de consumo, en que los escritores establecidos se convierten en mega proyectos comerciales y best-sellers, y sus obras se traducen automáticamente a todos los idiomas –incluso al latín, lengua considerada muerta– es refrescante, y casi una suerte, encontrarse con la obra del pintor y escritor salvadoreño Manuel Elías.

La obra escrita de Elías aún conserva un sabor artesanal. Los personajes están delineados con letra espontánea, y dibujados a mano. Y es precisamente ese espíritu despreocupado y sin pretensiones de las ediciones de la obra (Ediciones de bolsillo, Ediciones Mínimas, Ediciones Hormiga, Ediciones para leer en el avión) lo que desarma al lector de formalidades y lo predispone al simple acto de leer estas pequeñas joyas literarias como El tahúr, Informe de Estocolmo, Hojasuelta, Carta de locos, Pájaros al vuelo, Juan Caminos, Rolando y yo.

Son obras acentuadas por el lirismo, la nostalgia, la amistad, la poesía, la pintura, personajes de barrio; con una buena dosis de humor y una filosofía producto del diario vivir y no de abstractos principios intelectuales. La obra escrita de Manuel Elías es lúcida, tierna y transparente; de ahí que el lector que busque en ella los conceptos de rigor con que actualmente se clasifica la literatura –estilo, escuela literaria, estructura, lenguaje, etc. – se topará con una pared de total informalidad, perderá el tiempo, y las hojas sueltas de los libritos se las arrebatará el viento.

Son páginas sin engrapar, fotocopiadas de textos escritos con una máquina de escribir de principios del siglo pasado. Pero los textos son inventivos, de una frescura humana, reposada y poética, que sobreviven a las tempestades y conflictos políticos y sociales, y a los intelectualismos de moda. Ejemplos de esto son Informe de Estocolmo y El tahúr.

Los dibujos, asimismo, parecen haber sido hechos con canuto y tinta de caligrafía, pero contienen una vitalidad visual, como Barú el mago, La olla de los pensamientos, Bernardo Crespín, El coleccionista de mariposas, Zarko el perro.

Manuel Elías pinta y escribe en su "choza" en San Salvador. Sale a la calle cuando los colores de sus pinceles se secan; a observar las hormigas, los pájaros, los hombres –"esos seres grandiosos e insignificantes, serios y ridículos que somos los fulanos de todos los días, el ciudadano anónimo que va por la calle, ese ser un poco ido y despistado que somos usted y yo".

Si usted tiene suerte, es posible que encuentre a Manuel Elías en La Ventana, dibujando en su pequeña libreta, iluminado por una taza de café y su espíritu de artista inclasificable.

No se pregunte dónde puede conseguir la obra escrita de Manuel Elías porque, como la de muchos artistas marginados, no está publicada en libros vendidos en librerías comerciales como el último grito editorial. Quizá algún día un editor, quijote como el escritor, se digne recogerla y publicarla, aunque presiento que la literatura de Manuel Elías no se presta a convenios ni recetas comerciales.

Por suerte, nos han caído del cielo, como pájaros errantes, ciertos textos, y a continuación tenemos el placer de reproducir uno de esos textos memorables.


Carta Post-mortem a mi padre

(Circa 2004).

Por Manuel Elías

Hoy, en esta tarde de junio, quizá sea el día de decir que soy un hombre viejo. Estoy acompañado de una copa de vino tinto a mi derecha y un jarro de camelias y jazmín a mi izquierda. Así me siento: hombre viejo, que escucha a los pájaros, que ve luces en las paredes... y que todavía oye los ruidos de la calle.

Estamos en el invierno del año 89. Ha pasado mayo con sus hormigas y vamos ya promediando el mes de junio. Aquí, sentado en la silla de bejuco, recuerdo a mi padre. Está parado entre el marco de la puerta que da a la calle, observando el exterior. Una nube de humo de su cigarro lo cubre y lo hace casi transparente, permanece allí ensimismado algún rato; luego, regresa a su habitación. Pone en su cabeza el sombrero Borsalino de medio lado, tal como lo hacía el actor de cine Humphrey Bogart, y silencioso sale a la calle con saco y corbata dejando al paso un aroma a Kashmere Bouquet.

La madre Eva sonríe cuando le hablo de estas cosas e interviene para contar cómo era su esposo Manuel, mi padre, quien allá por 1943 anduvo construyendo, con otros salvadoreños atraídos por la ilusión del dólar y la aventura, el Canal de Panamá, en plena guerra mundial. Allí estuviste padre, entre tractores, aguaceros y lodazales, pintando cascos de barcos o con la piocha, pico y pala entre tus manos morenas, sudando la nostalgia de tus hijos y familiares.

Pienso que hoy se han venido a parar sobre esta silla de bejuco todos los pájaros solitarios del mundo, huyendo de la tormenta que azota a la montaña.

Yo sé que tú existes todavía. Porque además de padre, fuiste un amigo en mi infancia... y porque en este aroma del jazmín y las camelias se viene tu presencia... y siento tu paso de hombre triste con un periódico bajo el brazo caminando hacia el tranvía de la eternidad... Estás vivo padre, estás presente en el sentimiento, en esta copa de vino, en la lluvia que cae, y en estas flores de olor agradable y fresco...

Padre. Hoy te he visto a través de la copa que sostengo en mis manos, y has venido como un pájaro a posarte en una rama del árbol más cercano. Hoy sé que estás presente en todas partes: en las flores, en el agua, en el aire, en el árbol que crece y da frutos, en el viento que pasa, del que nadie sabe de dónde viene ni para dónde va...

Tú eres el abuelo de mis hijos, padre; ellos están grandes. Por todo esto, tengo la manía de decir que soy hombre viejo, aunque en el fondo sigo siendo el mismo niño que tú conocieras. Aquel niño asido de tu mano que te acompañaba al bar de tus canciones de Gardel y Agustín Lara, o cuando íbamos al Diadema a saborear sorbete allá en la Plaza 14 de Julio, donde había una torre con un reloj enorme en medio de la calle.

Rolando me cuenta, con todo detalle, el día de tu retorno al país cuando llegaste en barco del Canal de Panamá, en medio de una noche de azul profundo y faroles amarillos que titilaban como estrellas sobre la inmensidad del Océano Pacífico y cálido de nuestra costa, de nuestra tierra. Rolando y mamá fueron a encontrarte esa noche al muelle del Puerto de la Libertad.

Para terminar, evoco tu figura siempre sola en la puerta exterior que ha quedado pegada a mi memoria como vieja fotografía en el álbum del recuerdo...


ArteNet © 2007 Mario Bencastro – Director. Fundación: 1999.

Correo: mcastro@rcn.com. Internet: www.MarioBencastro.org

sábado, 12 de mayo de 2007

ArteNet

ArteNet * Servicio internacional de información cultural *

Puerto Santa Lucía, Florida, 12 de mayo de 2007.

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Edición especial dedicada al 32 aniversario de la muerte del poeta Roque Dalton


Roque Dalton a los 32 años de su muerte.

Debate postergado: Caso Dalton

Por Juan José Dalton

10 de mayo de 2007

“¿Verdad que vos escribiste esas babosadas de los tales Poemas Clandestinos, y los mandaste a repartir para que todo el mundo supiera que eran tuyos y que estabas en la guerrilla? ¡No lo negués, pendejo! ¡Ah y no sólo eso, te tenemos una listita de mierdas tuyas que ya vas a ver cabrón!”, dijo uno de los jóvenes que lo interrogaban, al tiempo que le pegaba una patada. (Fragmento de “Memorias de un guerrillero”, libro de testimonio escrito por el ex comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), “Balta”, Juan Ramón Medrano.

El interrogatorio ocurrió en una casa clandestina de San Salvador antes del fatídico 10 de mayo de 1975; entre los “fiscales” estaba Edgar Alejandro Rivas Mira –Jefe entonces del ERP-; su segundo al mando, Joaquín Villalobos (actualmente residente en Inglaterra), y Jorge Meléndez (actual concejal de la Alcaldía de San Salvador, gobernada por el FMLN). El “sentado en el banquillo” era el poeta revolucionario Roque Dalton, a quien finalmente los tres “fiscales, jueces y verdugos a la vez” -junto a otros tres que ya fallecieron- terminaron asesinando.

El libro-testimonio de “Balta” comienza con el crimen contra Dalton; es una fuente inagotable de pruebas de las arbitrariedades cometidas, en el caso referido y muchos otros más. Pero el crimen contra Dalton se mantuvo y se mantiene en la impunidad, especialmente porque la misma izquierda local se ha negado a debatir y sanar semejante herida, no sólo con la familia, sino con toda la sociedad y con la intelectualidad. Y no es que todo el liderazgo del FMLN esté involucrado en el hecho concreto, pero si en su silencio cómplice.

De acuerdo a lo investigado, Dalton fue acusado por la dirección del ERP de ser “agente de la CIA”, agente “cubano”, “revisionistas”, “indisciplinado, bolo y pequeño-burgués”, pero también por ser “poeta”. Además, se confirma que antes de ser asesinado, fue sometido a torturas y vejámenes, lo cual coloca el crimen en una particular dimensión de violaciones a los Derechos Humanos: delito de lesa humanidad, lo cual debería ser materia de oficio de las instituciones de justicia y de las organizaciones de derechos humanos salvadoreñas y latinoamericanas. La mancha de gente de izquierda asesinado y torturando no debe quedar sin justicia.

Pero bien, retomemos el hecho de que Dalton fue acusado por “escribir poesía”; es decir, que un acto de creación artística fue catalogado por una dirección revolucionaria como un acto “subversivo y de traición” y que merecía la muerte. Estas y otras manifestaciones de extremismo, del pasado y del presente, continúan repitiéndose, precisamente porque el pasado no ha sido juzgado. Con suma facilidad la disidencia es acusada “traidora” y los intelectuales siguen siendo “no confiables y desafectos”.

Recuerdo que en una ocasión la comandante Ana María –Mélida Anaya Montes-, me contaba meses antes de su atroz asesinato en Managua (a causa de disputas ideológicas), que al inicio de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) se había vivido una etapa de “enconchamiento” contra los sectores intelectuales debido a la desconfianza que se les tenía para incorporarlos a la lucha revolucionaria. Era parte de una visión extrema de “obrerismo”.

La desconfianza contra los artistas y la intelectualidad se ha mantenido; la “revolución salvadoreña” ha continuado despreciando al sector artístico-intelectual, y en el mejor de los casos continúa manteniendo una práctica “utilitario-oportunista”. Hay quienes afirmamos que los políticos sólo se acuerdan de los intelectuales en épocas electorales. No es por gusto que el FMLN tiene entre sus miembros a muy pocos o quizás a ni uno de los destacados intelectuales nacionales. La causa de ello está en el autoritarismo y en el miedo infundido por “depuraciones” como en el caso de Dalton, de Mélida Anaya Montes y los más de 800 militantes que fueron ejecutados por “Mayo Sibrián”, de la dirección de las FPL, en San Vicente. Todavía todos estos casos están en la absoluta impunidad.

Como se puede apreciar, en mi anterior comentario de este blog, si en Cuba hubo un Quincenio o un Decenio Gris; en la vecina Nicaragua también: los más destacados intelectuales sandinistas: Sergio Ramírez, Ernesto Cardenal, Gioconda Belli y Carlos Mejía Godoy, entre otros, quedaron fuera del FSLN, precisamente por ser críticos a líneas oficiales y autoritarias. Cuba parece haber comenzado un proceso de rectificación; Nicaragua, ahora en manos del FSLN, tiene que reivindicarse y restablecer lazos que son sanguíneos. Ello abonará la legitimidad de los procesos sociales del Nuestra América.

Mientras, en El Salvador, no sólo el FMLN, sino toda la izquierda, tiene también la oportunidad de sanar esas cicatrices funestas que constituyeron los vejámenes, el asesinato, los intentos de desprestigio y de ocultamiento que aún victimiza al más destacado de los intelectuales revolucionarios salvadoreños desde hace 35 años. Comencemos por reconocer que contra Dalton hubo un crimen injusto, de lesa humanidad; otorguemos a su figura y memoria una reparación moral; retomemos su pensamiento político como parte del programa democrático transformador y enterremos las arbitrariedades y desconfianzas contra el sector intelectual. Abramos el debate...


A Roque

Mario Benedetti


Llegaste temprano al buen humor
al amor cantado
al amor decantado

llegaste temprano
al ron fraterno
a las revoluciones

cada vez que te arrancaban del mundo
no había calabozo que te viniera bien
asomabas el alma por entre los barrotes
y no bien los barrotes se aflojaban turbados
aprovechabas para librar el cuerpo

usabas la metáfora ganzúa
para abrir los cerrojos y los odios
con la urgencia inconsolable de quien quiere
regresar al asombro de los libres

le tenías ojeriza a lo prohibido
a las desgarraduras para ínfula y orquesta
al dedo admonitorio de algún colega exento
algún apócrifo buen samaritano
que desde Europa te quería enseñar
a ser un buen latinoamericano

le tenías ojeriza a la pureza
porque sabías cómo somos de impuros
cómo mezclamos sueños y vigilia
cómo nos pesan la razón y el riesgo

por suerte eras impuro
evadido de cárceles y cepos
no de responsabilidades y otros goces
impuro como un poeta
que eso eras
además de tantas otras cosas

ahora recorro tramo a tramo
nuestros muchos acuerdos
y también nuestros pocos desacuerdos
y siento que nos quedan diálogos inconclusos
recíprocas preguntas nunca dichas
malentendidos y bienentendidos
que no podremos barajar de nuevo

pero todo vuelve a adquirir su sentido
si recuerdo tus ojos de muchacho
que eran casi un abrazo casi un dogma

el hecho es que llegaste
temprano al buen humor
al amor cantando
al amor decantado
al ron fraterno
a las revoluciones
pero sobre todo llegaste temprano
demasiado temprano
a una muerte que no era la tuya
y que a esta altura no sabrá que hacer
con
tanta
vida.

La noche que supe que mi padre había muerto

Por Juan José Dalton

SAN SALVADOR – Era el año 1975. Había terminado el segundo año de secundaria en la Escuela “Manuel Bisbé”, de Miramar, en La Habana. Estábamos de fiesta porque todo mi grupo había pasado de grado y con buenas notas. Mi grupo era un poco “discriminado”: nosotros éramos “los blanquitos cochinos”, es decir, los “hippys”, a los que les gustaba la música en inglés, por entonces prohibida en las radios cubanas.

Nos habíamos reunido en casa de Smyrna, mi fiel y eterna amiga venezolana. Bailábamos, tomábamos las primeras cervezas y los primeros tragos de ron, más bien, de “Coronilla”, que era el aguardiente que por entonces se vendía en Cuba, así como vino Vermut y un coñac búlgaro.

Estábamos los de siempre: Moré, el novio de Smyrna, así como sus hermanas Sneyma y Yurinzska. Luisa, la mamá de Smyrna, y un grupo de amigos de ella que eran periodistas de diversos medios cubanos. Luisa trabajaba en Prensa Latina, la agencia internacional y oficial de Cuba, un lugar privilegiado donde llegaban noticias de todo el mundo. Yo hacía chistes y me burlaba de medio mundo. En fin, estábamos en gran jodedera, celebrando el fin de curso. Era finales del mes de junio de aquel 1975.

La fiesta fue terminando y nos quedamos un reducido grupo, casi la pura familia venezolana y yo. En eso, sin ninguna precaución, Luisa me pregunta: “Oíme Juan José, ¿en qué paró por fin esa noticia que llegó hace como un mes de El Salvador, en la que se decía que a Roque lo habían matado?”.

Yo sentí como un escalofrío que me atravesó el cuerpo. “No” –respondí inmediatamente y agregué lo que teníamos indicado decir para cualquier caso- “Mi padre está en Viet Nam, hace poco recibimos carta de él y está bien”. Lo cierto que sí sabíamos que estaba en El Salvador y que estaba integrado a la guerrilla.

Luisa quiso cambiar de conversación pero alguien le preguntó más. “No recuerdo muy bien”, explicó ella, “pero la noticia era rara, algo así como que lo había matado la propia guerrilla”. “Creo además que no era cierto porque de haber sido cierto, ya habría un gran escándalo”, finalizó Luisa.

La inquietud y la incertidumbre se apoderaron de mí; la alegría de la fiesta desapareció más de mi alma que de mi rostro; miré la hora y era de madrugada. Tenía que caminar yo solo como más de 10 cuadras: desde Paseo hasta la Calle J. Iba desesperado por llegar a casa.

Teníamos instrucciones de mi madre de contarle todo lo referido a mi padre, cualquier comentario. Así que llegué a la casa y la desperté y le conté todo lo que Luisa me había dicho.

Yo le vi el rostro a mi madre. Ella trataba de ser fuerte pero su mirada la delató. “Andá a acostarte, tranquilo. Mañana hablamos”. Me fui a llorar a mi cuarto, quién sabe cuánto tiempo. Desde entonces no aguanto la tristeza sin que se me salgan las lágrimas como cuando era un adolescente romántico y soñador.

Muy temprano mi madre y mi hermano mayor Roque, nos reunieron a Jorge y a mí en la mesa del comedor. Nos explicaron que había una enorme confusión y que se estaba investigando todo lo referido a mi padre porque las noticias eran que lo habían asesinado, pero que no había ninguna certeza.

Mi mamá y Roque tenían un mes de saber todo lo que estaba pasando pero no quisieron decirnos nada hasta que termináramos el curso.

Los asesinos de mi padre, es decir, la dirección de entonces del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) –encabezada por Edgar Alejandro Rivas Mira y Joaquín Villalobos-, ordenó el asesinato de mi padre el 10 de mayo de 1975, pero no lo dieron a conocer hasta finales de ese mismo mes en un pequeño comunicado lanzado en la Universidad de El Salvador (UES). Alguien después me contó que no tenían el valor de dar la noticia ni menos justificar el crimen, hasta que tuvieron la "gran idea" de decir que mi padre era “agente de la CIA”.

Ese mismo día que se supo la noticia, mi abuela paterna llamó por teléfono a mi mamá desde San Salvador a La Habana. La sufrida señora fue entrevistada por diarios y medios radiales; ella pedía evidencias, pero los criminales nunca quisieron entregar el cadáver y según una versión, sus restos fueron abandonados en un lugar conocido como “El Playón”; el mismo utilizado por los escuadrones de la muerte de ultraderecha para lanzar a sus víctimas.

Este mes de mayo, como todos los mayos desde 1975, en El Salvador y en varias partes del mundo se conmemora el asesinato de aquel gran intelectual revolucionario que fue Roque Dalton. Su vida fue azarosa: el odio, la envidia, la cárcel y el exilio lo victimizaron, pero su obra es un monumento a la inteligencia.

Su muerte dejó en nosotros una herida que no se cierra pero vivimos orgullosos de nuestro padre, a quien esta sociedad (la salvadoreña) y el mundo ha comenzado a reconocer y a apreciar como un talento incomparable y un pilar fundamental de lo mejor de la cultura latinoamericana.

En contraste, sus asesinos Rivas Mira, Villalobos y Jorge Meléndez, podrán vivir en Londres o en Oxford, o San Salvador o en cualquier otro lado del mundo, pero cada vez más la historia los coloca como lo que fueron: los miserables asesinos de Roque Dalton, matones impunes y traicioneros.

www.MarioBencastro.org