martes, 29 de julio de 2008

Un texto cursi, una canción cursi...



El ser más feliz del mundo

Para mi querido amigo el pastelero...

Se dice, se repite y se critica al amor, y más que al amor al enamorado. La cursilería del enamorado, la ternura del enamorado, la pastelería del enamorado. Pero cuando el amor golpea el pecho de los criticones y los fríos, porque existen algunos fríos o frías que pueden convertirse en críticos del amor, pero también caen en la trampa del amor porque ellos también pueden llegar a derretirse ante una mirada de amor, ante la sexta hora del sexto día del sexto mes o del sexto beso por entregar.
Entonces, el enamorado, sea quien sea, frío o fría, crítico o crítica, se rinde ante un sexteto de besos, se deja hundir en la ridiculez y poco le importa los ojos de los buitres, los comentarios de los amargados del amor.
El enamorado se refugia en los poemas más cursis, en las canciones más cursis, dice tonterías, ofrece cielo, mar, tierra por el amor, escribe tonterías a las que le llama poemas y se deja ir como hoja suelta que cae sobre el agua de un riachuelo y se sorprende al verse cercano a las olas del mar.
El enamorado es esa hoja que en su camino encuentra rayitos de sol, estrellas iluminando los costado del agua.
El enamorado, amigos, amigas, es aquel que reconoce que el amor llega como una hoja y se va como una hoja, tal vez una hoja blanca, la hoja de un cuaderno blanco, muy blanco, en la cual se escriben las más grandes tonterías y las más sinceras tonterías con las que se alimenta el amor.
El enamorado es un tonto, un estúpido, pero es por algún tiempo el ser más feliz del mundo.

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