domingo, 13 de enero de 2008

Despedir a un Ángel

La semana que recién terminó dejó como saldo la hospitalización de Mario Benedetti y José Saramago, quienes han evolucionado bien de sus problemas de salud. Benedetti fue internado a causa de una leve infección gastrointestinal, y Saramago debido a una neumonía.
Dos buenas noticias, pero ya avanzada la noche de este domingo me enteré que el sábado falleció, a los 82 años, en una clínica de Madrid, el poeta Ángel González.
Me llena de tristeza enterarme que una de las más importantes voces poéticas del mundo se apagó.
Ahora, en cualquier lugar que se encuentre, ojalá, la poesía le acompañe siempre.
Hasta siempre Ángel, hasta siempre poeta...

Adjunto algunos links, algunas notas acerca de Ángel González.

Se apagó la voz poética de Ángel González (El Universal)
Madrid despide a Ángel González con aplausos (El Periódico.com)
Despiden en Madrid al poeta Ángel González (La Jornada)
Ángel González (Biblioteca Cervantes)


ME BASTA ASÍ
(Ángel González)
Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando -luego- callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.

Para que yo me llame Ángel González



PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...

Me basta así

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