lunes, 10 de agosto de 2009

Todas las edades en una rueda (Pequeñas palabras)




William Alfaro, periodista
El Diario de Hoy

Cada quien hace su agosto de la manera que puede. En vacaciones se combate el calor en los bares y los cafés, otros lo enfrentan en el mar, los más fieles veneran al patrono de El Salvador, el Divino Salvador del Mundo, y muchos se suman a las locuras de las “ruedas”, los juegos mecánicos para todas las edades.
Así, el olor de las papitas fritas, el “elote loco”, las manzanas en miel, y el dulce de algodón se confunde con el sonido de los motores de la “Chicago”, los carritos chocones, del “Alí Babá”, “El Círculo de Fuego”, “El Inventer”, el martillo, y el “Tagada”.
Gritos, chillidos, alaridos; recuerdos a las madres, buenos y no tan buenos; promesas: “Si me bajo enterito, te pongo una velita al llegar a la casa”; súplicas: “Perdóname virgencita, ‘verdá’ que no soy tan malo”; oraciones: “Padre nuestro... padrecito...”; confundidos en apenas 90 segundos y una explosión de la más pura adrenalina.
Veinte minutos para comprar el boleto, uno cincuenta de dólar por la ruedita; mala a cara a los empujones y a los “olores”, corajes con los “colados”, “aguas con los ladrillos”. “Ojo, ojo... Mucho ojo...”.
Otra colita, como 300 para subir al Aro de fuego, media hora sobre el charquito.
“Parece que va a llover”. Otra vez los “colados”; hay que pedir orden; otro empujón, “esto parece arranca cebolla”, apareció el cobrador y el grito: “tópense que llevan ropa”.
Entrega de boletos y a correr por el mejor lugar. “Topen las piernitas”, y toquecito con guiño de ojo del boletero para la niña de la minifalda. Piernitas juntas, suenan los motores, primer jalón, para arriba, para abajo, y allá vamos. Otra vez los gritos, ésta vez con lágrimas y temblores.
—La máquina suena, se escuchan los gritos y las risas, niños y viejos, voces que se confunden en la alegría y la sorpresa—.
“Upa, todo fue tan rápido”, y ¡zaz!, se acabaron las vacaciones.

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