lunes, 27 de julio de 2009

La luna, el origen de la fascinación (Pequeñas palabras)


La luna, el origen de la fascinación

William Alfaro, periodista

El Diario de Hoy

Han pasado cuarenta años desde que el ser humano alcanzó a la luna. Ese satélite que ha tenido desde el inicio de la creación una relación íntima con todos los seres vivos.
Cuatro décadas, y billones de personas han escuchado una y otra vez aquella famosa frase del comandante de la misión Apollo 11, Neil Armstrong: “Un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la humanidad”.
En estas cuatro décadas el ser humano logró la manipulación genética, inventó la Laptop, pasó del disco compacto al USB, ubicó los ojos de los satélites artificiales en los GPS, aseguró la vida de millones a través de las bolsas de aire de los automóviles.
Creó el DVD, el teléfono celular; saltó del FAX, al correo electrónico, instruyó generaciones por medio de los videojuegos, abrió el universo del Internet, revolucionó la tecnología y el mercado con el iPod, facilitó la cocción de alimentos con el microondas; socializó a través del Facebook, Hi5 y Myspace; se informó a través de Twitter, lo descubrió casi todo por medio de Google y narró casi todo por el Blogger.
Captó sus recuerdos en una cámara digital, manipuló sus creaciones con el Control remoto, se cambió de la televisión al Youtube, se “quebró” la cabeza con el Cubo Rubik, y se endeudó con la tarjetas de crédito, pero no pudo dejar de mirar con fascinación a la luna.
Explica el antropólogo Ramón Rivas que la luna, “no sólo está asociada al tiempo, también está asociada a la vida (...) ¿A qué obedece esa relación luna, ser humano, Tierra?”.
Las respuestas, a lo mejor, están en ella misma, en la magia que nos deslumbra, en esa capacidad de fascinarnos, de hacernos sonreír y rememorar que solamente somos una pequeña criatura en el universo.

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