lunes, 6 de abril de 2009

La Selecta, amor del bueno II (Pequeñas palabras)


La Selecta, amor del bueno II

William Alfaro, periodista
El Diario de Hoy

En menos de una semana la Selecta, con dos partidos, nos puso a soñar. Unió, después de todo, a un país que apenas está terminando de salir de los algodones de la campaña política que duró casi dos años.
En el palco 350 del Cuscatlán, Eduardo y Chicho Palomo, en compañía de sus hijos e hijas, estaban listos para el duelo contra Estados Unidos. Con ellos, Luis Ianuzelli, cantaba a todo pulmón el himno de El Salvador.
En el ambiente se respiraba la posibilidad de “otro milagro”, el cual llegó al minuto “13” y se acabó a tres minutos del final. Todo terminó bajo las estrellas de la bandera estadounidense.
Cuatro días después, en San José, Costa Rica, unos centenares de salvadoreños gritaban en el Estadio Ricardo Saprissa el nombre de El Salvador.
A otros cuantos millones, en corazón del continente, se les erizaba la piel al escuchar a los compatriotas, invisibles para las cámaras de tevé, silenciar a los ticos en su propia casa. Montes los “enmudeció” luego de atajar un penal.
Y nuevamente la fortuna no estuvo de los “perdidosos”, el resultado se quedó en casa, para los costarricenses.

Pero ha sido ese grupo de cipotes, los mismos maltratados; pocos profesionales, como señalan algunos, por la famosa huelga, quienes permitieron que un país se levantara, por noventa minutos, y otros noventa, para gritar su nombre lleno de orgullo. Sí, “¡mi país... Amo mi país!”, como desbordó Chicho.

La Selecta se deja querer, como esos amores buenos, los que vienen desde los primeros días de vida, los primeros días en la escuela, cuando se aprende oración a la bandera y el himno nacional, ese que se canta como el coro de una iglesia, toda vestida de azul.

1 comentario:

Fabricio Estrada dijo...

Qué hermoso cierre, poeta, todo vestido de azul...