Mi viaje a Nicaragua (la semana pasada) me llevó a ingresar al mercado Roberto Huembes, en Managua. La lluvia de la noche anterior había dejado pequeños riachuelos y la gente se amontonaba en los escasos sitios secos para no mojar sus zapatos.
Pese al lodo, observé a más de una hermosa “chavala” vestir de pantalón blanco y surcar con una elegancia digna de un flamenco los puestos de frutas, vegetales, especias y tantas cosas multicolores que creaban un hermoso mosaico.
En esos instantes deseaba tener mi cámara, pero me habían advertido que era un lugar peligroso, así es que los 7.2 pixeles de mi cámara estaban supuestamente bien protegidos en la habitación del hotel.
Cuando pensaba en el siguiente pabellón del mercado, clavé la mirada que cruzó a la muchedumbre y los puestos verdes de las hierbas, frente a ellos, apareció —en seco— una pequeña venta de libros usados.
Me acerqué con curiosidad. Mientras caminaba pensaba que encontraría revistas viejas y uno que otro libro sin importancia como ocurre en algunas ventas de San Salvador.
Saludé al vendedor, quien por un instante detuvo su lectura para observar al desconocido que llegó —quizá el único en horas—. Observé los libros. Ninguno de importancia.
Luego tomé más confianza, entré y me atreví a mover algunos libros cargados de polvo. No estaba desilusionado, pues no me había hecho expectativas.
Repentinamente apareció frente a mis ojos un libro verde. Lo tomé y fue tal mi sorpresa al ver que era la primera edición de las obras completas de Jorge Luis Borges, publicadas en 1975 por Emecé.
El libro estaba intacto, apenas daba muestras del paso del tiempo, ninguna hoja rasgada y la pasta es la única que da señales de su verdadera edad.
Junto al libro de Borges también estaban las obras completas de Hermann Hesse, otro de mis escritores favoritos.
Tomé los dos libros, no dudé, —los dos, me dije— y pregunté el precio del libro de Borges al vendedor, quien de nuevo dejó su lectura —un libro religioso, creo—. “160 córdobas”, afirmó. Algo así como 8.88 de dólar.
“En Nicaragua siempre se regatea”, recordé una frase de una amiga que instantáneamente me motivó a ofrecer 130 córdobas ($7.22). El comerciante lo pensó, me observó, asintió con la cabeza y buscó una bolsa.
Después sacar el dinero me di cuenta que no podría ofrecer mayor cosa por el libro de Hesse, pero ya tenía en mis manos las Obras Completas de Borges y El Aleph que brillaba intensamente en un mercado de Managua.
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martes, 12 de junio de 2007
El Aleph en un mercado de Managua
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2 comentarios:
Sin duda Nicaragua es mi país favorito, aunque me saquen del mío.
En Nicaragua siempre hay algo para un salvadoreño.
Las ventas de libros usados son una tierra llena de tesoros. Uno no sabe con que barbaridades de cosas se puede encontrar uno ahi.
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