Recuento de los daños
¡Wow!
Han pasado tantas cosas en tan poco tiempo.
Mis vacaciones comenzaron el miércoles de la semana anterior con la derrota del Chalatenango en el mismo Estadio José Gregorio Martínez, 1-0 a manos del Once Municipal.
Dolorosa derrota considerando que el Chalate mostró muy poco y viajamos con Osvaldo, Nilson, Óscar, Diego y Gael. Se acabaron los amuletos y los niños ya comenzaron a darse cuenta que hay que saber ganar y, desde luego, perder.
Ya el jueves dormí como pocas veces puedo hacerlo y de paso me convertí en soltero maduro por un par de días.
Por la noche asistí a una lectura de Yanira Soundy y un chavo de quien no recuerdo el nombre a pesar de que obsequió un folleto con sus poemas. La lectura fue en Leyendas.
A medianoche y ya pasadas las cervezas, ¡Bahías!, como dice Su Reyes, decidimos con unos amigos irnos a la playa. Llegamos a eso de las 2:00 a.m.
El tráfico de el Puerto a San Salvador estaba como de día y las luces de los autos nos daban más confianza.
Llegamos y uno de nuestros cuates –Wilfredo–, quien era el guía no despertaba. Tardamos 10 minutos en despertarlo y cinco más en que recobrara la ubicación. A lo mejor pensaba que estaba en una soleada playa de Puerto Rico, quién sabe.
Ya instalados brindamos, por la playa, por los nuevos amigos –había muchos–, la luna, nuevamente la playa y nos dieron las 3 y las 4 y llegó el amanecer. Precioso, precioso amanecer.
El viernes sirvió para recuperar el estado de dos días anteriores, pero ya en entrado el ocaso, todo estaba perdido estábamos como en la madrugada: borrachos, pero felices.
El sábado fue para recobrar el sentido. Lo logramos y ya al mediodía estábamos en San Salvador.
Por la noche me reencontré con mi familia. Se acabó la soltería y regresé a mis labores de papá.
Fui a ver Pequeña Señorita Sunshine –una película genial– con mi esposa y después a cocinar.
El domingo teníamos planes para ir a La Palma, pero se quedaron en planes y nos fuimos al Tin Marín con los chicos. La pasamos muy bien.
Luego, por la tarde, más cine, está vez La Familia del futuro y El Héroe de todos, film de caricaturas que dirigió Christopher Reeve antes de morir. Encantadora.
¿Qué más?
¡Upa!, no sé. En serio, recuerdo pocas cosas.
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