lunes, 26 de marzo de 2007

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Puerto Santa Lucía, Florida, 24 de Marzo de 2007.

Edición dedicada al 27 aniversario de la muerte de Monseñor Romero


1. Ética y Política: De nuevo Romero (José M. Tojeira)

2. Cien años de soledad en una eternidad de olvido (Óscar Castro García)

3. La “notificación” del Vaticano a Jon Sobrino (Mario Bencastro)


Ética y Política: De nuevo Romero (José M. Tojeira)

Volvemos a celebrar a Mons. Romero. Son 27 años de triunfo, de resurrección, de esperanza. Se cumple aquí a la perfección lo que uno de los Padres antiguos de la Iglesia decía: Lo que en el momento del martirio veíamos y recordábamos con dolor, lo remembramos ahora con alegría. Y lo recordamos así porque nos da esperanza.

En efecto, Romero ha impactado de tal manera a la sociedad salvadoreña que nos hace pensar que el futuro puede ser mejor. Que si entre nosotros se puede dar una persona de tal calidad humana y cristiana como la de Romero, también se puede dar una justicia superior a la actual, un desarrollo más humano y una capacidad de diálogo entre los salvadoreños mucho mayor.

Romero, no como apellido, sino como nombre, tiene diversos significados. Desde una planta hasta un pez. Pero como apellido viene sin duda del significado más humano. El de peregrino. El hombre que camina hacia un santuario. Primero hacia Roma, de ahí Romero, y después a cualquiera de los lugares donde se conmemora cualquier aspecto de la fe cristiana. Peregrino a pie, solo y sin dineros, caminando confiado en Dios y en la bondad de los seres humanos. Ese es el significado de romero con minúscula, y en el caso de nuestro arzobispo mártir, también el significado de su apellido con mayúscula.

Porque Romero, efectivamente, nos ha ayudado a todos a aprender a caminar. Les ha ayudado a sus enemigos, de todas las especies y de todos los sectores, a comprender que la persona que ama tiene siempre más fuerza y más poder real, en el largo plazo, que el que odia, el que mata o el que abusa de su poder. Ahí está Romero cada vez más vivo, más fuerte, con más salud de esa que llamamos salud del espíritu, y que es al final la que más interesa, la única salud definitiva. Aunque le sigan negando, poniéndole sordina, tratando del olvidarle, ahí está, peregrino arrastrando multitudes, generando esperanza.

Nos ayuda a quienes le vemos como maestro y guía, santo para nuestros días. Nos ayuda a saber aguantar, a saber esperar contra toda esperanza y a darnos cuenta de que nuestra vida sólo tendrá eficacia si logramos amar hasta el fin. Al final el éxito o el fracaso a los ojos del mundo son secundarios. Dios escribe otra historia con la bondad de los seres humanos que termina imponiéndose. Los asesinos de Monseñor Romero son ahora recuerdos cada vez más condenados al cuarto oscuro de la historia triste de El Salvador. Romero, el derrotado, el masacrado, el bombardeado por medios de comunicación que se creían capaces de crear una opinión pública definitiva, brilla cada ve más en el horizonte de El Salvador y del mundo. En la Iglesia católica y en las iglesias no católicas, pero profundamente cristianas también, y que saben descubrir la fuerza del Señor Jesús en sus seguidores.

Ayuda a los jóvenes, este hombre muerto hace 27 años, y a quien nuestros jóvenes nunca conocieron personalmente. Este arzobispo que hoy tendría, si viviera, 99 años, le sigue sonando a juventud a esta gente nuestra de 15, 18, 21 ó 25 años que quiere ser generosa y que busca ejemplos de generosidad. Anciano mártir que transmite a una juventud necesariamente rebelde que otro mundo es posible, que lo bueno germina como la semilla lanzada en tierra buena.

En medio de la violencia que conmueve y desespera, en medio de la mentira y de la farsa a la que con tanta frecuencia contribuyen nuestros políticos, en medio de la pobreza, de la aventura migrante y peregrina, Romero continúa ahí, en medio de todo dolor, y de pie. Y con la ventaja de que ahora ya no pueden tumbarle. El muerto que ayer mataron goza de buena salud. Sigue siendo testigo y abanderado de la lucha contra la idolatría de la riqueza. Frente a ella invita a compartir. Nos impulsa a ser críticos contra los ídolos del poder. Frente a ellos nos anima a construir una democracia que sea de todos, y no sólo de unos pocos. Y nos pide insistentemente que inventemos un El Salvador sin víctimas; El Salvador donde los pobres sean ensalzados porque nos hicieron ver tanto la injusticia como el camino de salida de ella. Un El Salvador digno del nombre que llevamos. El nombre del que quiere, desde la cruz y la resurrección, un mundo construido sobre la paz con justicia, sobre la misericordia y el perdón, sobre la solidaridad y la entrega generosa a los demás. Romero es su testigo y es al mismo tiempo nuestro hermano. Por eso, estamos de fiesta en El Salvador.


Cien años de soledad en una eternidad de olvido

“…porque las estirpes condenadas a cien años de soledad

no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra."

(Palabras finales de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez)

Óscar Castro García

No cualquier escritor colombiano logra lo que la vida, la obra y la labor periodística de Gabriel García Márquez han logrado. Tener vivo a un ser de esta elevadísima categoría, es un honor para los colombianos, los latinoamericanos y la humanidad. Uno se siente movido a decir: “Gracias, Gabo, por el sólo hecho de que existes”. Y si a esto se agrega que es el único premio Nóbel que hemos tenido en estos años de soledad, entonces el honor se convierte, a la vez, en orgullo y en reconocimiento de nuestra dignidad. No ignoro las connotaciones, intereses y demás cálculos que puede tener el premio Nóbel, como sucede en todos los demás certámenes, concursos, premios y competiciones que la humanidad hace en todas las categorías (artísticas, deportivas, científicas, humanísticas, sociales, políticas, etc.), y en todos los regímenes, sistemas, ideologías y épocas. Pero esto no permite minimizar el universal reconocimiento que el Nóbel ha dado a la obra de García Márquez, porque la fuerte presencia de su obra ha llevado a que los señores del Nóbel se hayan fijado en su autor y le hayan concedido el reconocimiento ya ganado por ella.

Ayer el mundo hispánico y el no hispánico conmemoraron, con lujo de detalles y de celebraciones, eventos, lecturas y publicaciones, incluidos los diarios más importantes y las revistas semanales (por ejemplo, en Colombia: Diners, Cambio, Semana y Cromos, entre otras), varias fechas que alegran, enorgullecen y alientan a nuestro Nóbel, las cuales se relacionan directamente con la literatura. Esperé hasta las seis de la tarde que en la Universidad de Antioquia hubiera alguna explosión de flores amarillas o una lluvia de mariposas igualmente amarillas, o que fragmentos de la obra de García Márquez se escucharan en los televisores o en las aulas o en algún sitio; o la lectura pública ininterrumpida, así fuera de obras cortas como El coronel no tiene quien le escriba o Crónica de una muerte anunciada. Al menos, que se fijaran en las paredes los poéticos títulos de sus novelas y cuentos: Cien años de soledad, “La tercera resignación”, El general en su laberinto, “Ojos de perro azul”, “Alguien desordena estas rosas”, “Blacamán el bueno vendedor de milagros”, “La siesta del martes”, “Los funerales de la mamá grande”, “El ahogado más hermoso del mundo”, “La mujer que llegaba a las seis”, “Nabo, el negro que hizo esperar a los ángeles”, La hojarasca, “En este pueblo no hay ladrones”, “Amargura para tres sonámbulos”, “El rastro de tu sangre en la nieve”, “Un día después del sábado”, “La otra costilla de la muerte”, “Diálogo del espejo”, “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo”, La mala hora, “Muerte constante más allá del amor”, “El mar del tiempo perdido”, “El último viaje del buque fantasma”, El amor en los tiempos del cólera…

Recordaba cómo la Universidad, en forma oficial, ha condecorado, celebrado y homenajeado de alguna forma, a personajes de corto, mediano y alto vuelo. Recordaba algunas tardes maravillosas de esplendores fatuos por alguien que por aquí pasaba o por algo que acontecía. Todo efímero, claro, como la gloria, la vida y la riqueza. Pero en este caso, algo así como el silencio, algo parecido a la ignorancia o al desconocimiento, similar al ninguneo o a la eliminación, se sintió ayer con la total ausencia en la Universidad de Antioquia de esa presencia que fue casi universal de Gabo por sus ochenta años de vida después de superar un cáncer, por los sesenta años de su primer cuento: “La tercera resignación”, los cuarenta de haber publicado Cien años de soledad y veinticinco de haber recibido el Nóbel de Literatura. Fechas que, al menos, pudieron motivar algún seminario en una maestría o doctorado de literatura, algún ciclo de conferencias o encuentro de escritores e investigadores sobre su obra, o un coloquio o película basada en su obra, o los paneles que a veces se exhiben para conmemorar alguna obra, a algún escritor o a algún artista.

Nada, en fin, ni seminarios ni conferencias ni paneles ni películas ni coloquios ni publicaciones ni emisiones ni fiestas ni recordación ni mariposas o flores amarillas ni vallenatos ni fotos ni memoria alguna que sacara del silencio o del olvido en estos claustros a nuestro más afamado escritor de todos los tiempos, gústele o no a la cachaquería o a los paisas —subespecie de cachacos; porque me da por creer que es cierto que los cachacos, entre éstos los paisas, le tienen cierta inquina al Maestro Gabo—. El silencio también es una forma de ignorar, de agredir o de aniquilar al otro; por eso dicen que éste es elocuente, esto es, que dice mucho, que es lenguaraz, torrentoso y apabullante a veces. Ayer en la Universidad fue apabullante la ignorancia de la fecha, sobre todo del creador que en ella se recuerda, porque aunque a investigadores y profesores dizque nos interesa más la obra que el autor, más el milagro que el santo, de todas formas tras el narrador está el autor, el talento que éste supo desarrollar y poner al servicio de la obra y de sus lectores, el hombre dedicado y disciplinado que no sólo por su talento sino también por la constancia y el trabajo continuo ha logrado crear una obra maravillosa, perdurable y equiparable a las más grandes obras de la literatura española de todos los tiempos. Pero, ante todo, por lo que hay simbolizado en esta fecha: la obra, la vida, el reconocimiento, el modelo de creador y de escritor, el periodista, el hombre, el amigo, el Maestro. Si no se celebra o recuerda o estudia o lee o publica la obra de Gabriel García Márquez en nuestra Universidad, entonces de qué literatura colombiana se habla, qué valores se están proponiendo que sirvan de modelos a las nuevas y futuras generaciones, cuáles son los símbolos de la nacionalidad que tanto se pregonan, qué aspiraciones humanas se inculcan…

Considero que por efecto directo y obvio era de esperarse una respuesta de la Universidad de Antioquia a la efeméride, desde varios de sus programas académicos, tales como: el Doctorado en Literatura, la Maestría en Literatura Colombiana, el pregrado Letras: Filología Hispánica y la Especialización en Periodismo y Literatura, de la Facultad de Comunicaciones; y el pregrado Humanidades Lengua Castellana de la Facultad de Educación; desde Extensión Cultural, Vicerrectorías de Extensión, Docencia e Investigación, Rectoría, Imprenta y Publicaciones; desde revistas como Universidad de Antioquia, Estudios de Literatura Colombiana, Lingüística y Literatura, Agenda Cultural, Folios y otras afines; desde periódicos como Alma Máter y De la Urbe; desde otros espacios y programas de la Universidad, como las páginas o sitios web…

La propaganda oficial universitaria vive pregonando el cliché de “Cuida tu Alma… Máter”, el cual aparece estampado hasta en los traseros de las camisetas negras. Pero siempre me ha llamado la atención el híbrido español-latín, quizá porque en nuestra tradición y religiosidad popular, ánima está vinculada a la religión cristiana y a los muertos, por aquello de “Ánimas del purgatorio / quién las pudiera aliviar / que Dios las saque de penas / y las lleve a descansar”. Pero también imagino que no dice ánima porque no se ha asumido la connotación de ésta, como en Poética de la ensoñación de Gaston Bachelard, basado en Carl Jung, cuando expresa que su tesis se resume en la frase “La ensoñación está puesta bajo el signo del anima. Cuando la ensoñación es realmente profunda, el ser que viene a soñar en nosotros es nuestra anima”; y precisa: “Expresado en otras palabras, la poética de la ensoñación es una poética del anima”. Y más adelante: “…la ensoñación no duraría si no la nutrieran las imágenes de la dulzura de vivir, las ilusiones de la felicidad. La ensoñación de un soñador alcanza para hacer soñar a todo un universo”; palabras perfectamente aplicables y apropiadas a Gabriel García Márquez y su obra. Quizá, en nuestra Universidad y hasta en gran parte de nuestra sociedad, hemos entendido soñar como dormir, es decir olvidar, aislarse, evadir y aniquilarnos; porque “de este modo la ensoñación no implica un vacío de espíritu, sino más bien el don de una hora que conoce la plenitud del alma”.

¿Y acaso no es lo que hace una gran obra literaria o artística, sino lanzarnos a la plenitud espiritual? ¿Acaso ánima no es, precisamente, otra manera de nombrar el espíritu? ¿Y quién dijo que la materia carece de espíritu…? ¿Acaso no somos, pues, también, materia? Pero no puedo seguir sin aclarar la dicotomía animus/anima en el texto de Bachelard, porque es aquí donde trato de entender el estado de nuestra academia y de nuestra administración, y los rumbos que una universidad sin alma puede tomar, o está tomando: “Así, al animus pertenecen los proyectos y las preocupaciones, dos maneras de no estar presente ante uno mismo [subrayo esta última frase]. Al anima pertenece la ensoñación que vive el presente de las imágenes felices. En las horas dichosas los dones de esta gran despreocupación que es la esencia de lo femenino, se sostienen, se equilibran en la paz del anima.” Pero cuidado: “El animus lee poco; el anima lee mucho. // A veces mi animus me engaña por haber leído demasiado. // Leer. Leer siempre, dulce pasión del anima…”.

Quiero matizar esta protesta fraternal o esta “acción de tutela” o esta memoria tardía, con un fragmento de la obra que vengo citando:

En suma hay que reconocer que hay dos lecturas posibles: la lectura en animus y la lectura en anima. No soy el mismo hombre según lea un libro de ideas en el que el animus debe estar vigilante, pronto a la crítica, a la respuesta, o un libro poético cuyas imágenes deben ser recibidas en una especie de acogida trascendental de los dones. Para ser el eco de ese don absoluto que es una imagen de poeta, sería necesario que nuestra anima pudiese escribir un himno de agradecimiento

Himno de agradecimiento que no supo escribir la Universidad de Antioquia, tal vez por estar tan embebida en su animus, por estar cuidando un alma en el papel y en la consigna, por andar entreteniendo el anima con otros asuntos, también importantes, claro está, para el animus, pero olvidada de asuntos también importantes, a la hora de la verdad. Como anda igualmente enredada en el tratamiento de la lengua española o castellana o materna —vaya a saberse cómo se debe decir— como factor decisivo de información, comunicación y expresión.

Es hora de celebrar y de asumir las consecuencias de las celebraciones. Es hora de hacerse notar pero no para quedar como “buchipluma no más”. Es hora de agradecer con el alma si ésta siente las vibraciones, si se pone a tono —parodiando a Gadamer en Poema y diálogo— con el espíritu de una época, de una visión humana y humanizada de la vida; de una sociedad en transformación y ávida de verdaderos alimentos imperecederos; y de una juventud ansiosa de verdades y de convicciones, de valores concretos y de manifestaciones auténticas en el arte, la ciencia, la cultura y la vida.

En fin…

(*) Óscar Castro García, es Profesor de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.


La “notificación” del Vaticano a Jon Sobrino

“Ser perseguido por mantener este compromiso resulta escandaloso, y para los pobres, incomprensible. Revela lo mucho que la Iglesia institucional está alejada del sufrimiento de los pobres. Cuando habla de ellos es casi siempre desde una perspectiva teórica. Cuando alguien escucha y asume lo que esta iglesia enseña debe contar con la oposición o la condena de la Iglesia oficial con el pretexto de no politizar o ideologizar la fe. Si una Iglesia no escucha a los pobres, no tiene nada que decir a Dios y se aleja de Jesús.”

—Leonardo Boff, Teólogo de la liberación, sancionado por el Vaticano.

Mario Bencastro

La “notificación” de la Congregación de la fe, a la obra del jesuita salvadoreño Jon Sobrino ha creado en los medios de comunicación polémicas y confusión en cuanto a su verdadero significado.

De acuerdo con Cristianisme i Justícia, entidad española dedicada al estudio de documentos teológicos como los de Sobrino, en su reflexión A propósito de la “Notificación” sobre las obras de Jon Sobrino, afirma que Un documento de la Congregación de la Fe no significa la desautorización total de un autor.” Y en el punto 4 de su declaración, explica:

Agradecemos que el documento de la Congregación de la Fe, tal como aparece hoy, no contenga además de esas precisiones, ninguna sanción o prohibición de escribir para el P. Sobrino. Por eso nos sentimos autorizados a declarar también públicamente que, si esas sanciones se produjeran más tarde, con la excusa de este documento, nos parece que serían injustas y antievangélicas. Pues al magisterio de la Iglesia (como a todo magisterio, pero en grado superior) le compete el enseñar positivamente más que el mero prohibir. Y porque, como es bien sabido, Jon Sobrino ha sido un impresionante testigo de la fe para mucha gente sencilla que será gratuitamente escandalizada por ese tipo de violencia. Y es también (de hecho y porque tuvo la suerte de estar fuera de El Salvador cuando le hubiese tocado morir), testigo de miles de víctimas de la violencia establecida en América Latina, muchos de ellos merecedores del título de mártires porque murieron por el odio que su fe suscitaba, y que su caridad heroica ponía en evidencia.

Sin embargo, Cristianisme i Justícia observa que: Si se nos puede permitir una palabra crítica, tendríamos que hablar no del texto sino de su contexto. Pues hay un dato que nos parece suficientemente garantizado, dados sus informadores, la salida de tono de un cardenal de la Curia hace pocos meses: “antes de Aparecida (conferencia del CELAM en esta ciudad del Brasil) ya no quedará ningún teólogo de la liberación”.

Y es tal afirmación de ese cardenal de la Curia, la que posiblemente haya echado gasolina al fuego, sea parcialmente responsable del escándalo, y creado la impresión de que el propósito del Vaticano es “eliminar” de una vez por todas la Teología de la Liberación, lo cual no es nada nuevo, pero son esas repetidas declaraciones y advertencias a sus teólogos las que escandalizan a cierta parte de la feligresía de la cada día más asediada Iglesia Católica, situaciones que tienden a retroceder un palmo más su simpatía entre muchos de sus fieles, sobre todo a los devotos de la Teología de la Liberación, quienes piensan que esas actitudes conservadoras de la Iglesia menosprecian los esfuerzos de ciertos teólogos de humanizar su iglesia, de acercarla más al pueblo común y desfavorecido.

La "notificación" crítica a los escritos de Jon Sobrino Jesucristo liberador. Lectura histórico religiosa de Jesús de Nazaret (Madrid 1991), La fe en Jesucristo, Ensayo desde las víctimas (San Salvador, 1999) por “humanizar” a Jesús y no destacar su “divinidad” representa, como mínimo, un embate más en contra de la Teología de la Liberalización, movimiento que acertó –más que los esfuerzos personales del mismo Papa– en popularizar la fe católica en América Latina, que le dio una fuerte inyección y energía a un catolicismo romano que cada día pierde más adeptos, cuyos fieles emigran a otras iglesias por parecerles éstas más humanas, más representativas y cercanas a su condición y concepción de lo que debe ser la religión.

Si la mayor obligación del Papa es propagar la fe, llevarla a nuevos pueblos y expandir la feligresía, con estas “advertencias” escandalizadoras a los trabajos de uno de los teólogos de la liberación, el líder máximo del catolicismo –por medio de la Congregación de la Fe, la que él dirigía personalmente antes de llegar a Papa– hace precisamente lo contrario.

Según esta concepción, la actitud de una fe liberalizadora de los jesuitas mártires salvadoreños, de las asesinadas monjas norteamericanas, del Padre Grande y de Monseñor Romero –a quien posiblemente el Vaticano nunca canonice pero que sin embargo ya es para su pueblo todo un Santo– está fuera de orden, fuera de juego.

Algunas de los puntos de interpretación y actitud de estos religiosos del nuevo mundo, es que la fe cristiana no es esa de las iglesias con adornos opulentos de oro, plata y mármol, y de catedrales famosas, ni privilegio sólo para la gente culta y rica, pero también –y quizá más– una iglesia para los desposeídos del mundo, pues son éstos los que más semejan la humildad en que según la Biblia nació Jesús, rodeado de vacas, bueyes y cabras, y éste murió precisamente por oponerse a los imperios de este mundo y por predicar el amor entre los humildes. ¿No son estas cualidades humanas dignas de resaltar? Los pobres representan el verdadero pueblo de Dios y no los que habitan el palacio del Vaticano valorado en miles de millones de dólares, rodeados de opulencia y servidumbre, lejos de la verdadera realidad del mundo.

El catolicismo se encuentra actualmente en una profunda crisis global, marcada por los consabidos escándalos de la “pedofilia” y la corrupción, la pérdida de feligreses y la escasez de curas. ¿No debería ser la solución de estos problemas la prioridad del reinado del nuevo Papa? ¿O es que esto no le interesa, y prefiere, al contrario, regañar a Jon Sobrino, como lo hiciera su antecesor públicamente con Ernesto Cardenal, en vez de felicitar y enaltecer a estos curas que, al humanizar a Jesús, a la fe cristiana, atraen nuevos fieles y mantienen viva la fe?


ArteNet © 2007 Mario Bencastro – Director. Fundación: 1999.

Correo: mcastro@rcn.com. Internet: www.MarioBencastro.org


1 comentario:

gatos dijo...

Cientos de miles

¿Habrá uno solo de ellos
que levante la cara
y mire al sol?